Hoy ha sido el día.
Después de pasar varias semanas conteniéndome para no hacerlo, hoy no he podido más y la he llamado. Todos sabíamos que algo así podría ocurrir, que las cosas no habrían cambiado desde la última vez, desde ese día en que pude verla y tomar con ella nuestro, hasta ahora, último café. Justamente habían pasado 27 días. Me ha encantado oir su voz, aunque fuera para decirme esas palabras que tanto me duelen: "Lo nuestro no es posible, no como novios".
Se la ve tan feliz con su nueva vida...tanto que, aunque lo que yo más quiera sea su felicidad, no pueda por menos que sentirme desgraciado por no compartirla juntos.
Cuesta creer que en tan poco tiempo las cosas hayan cambiado tanto. Que haya podido pasar de necesitar contarme casi todas sus cosas, tanto las alegrías como las penas, a no tener que contarme nada. Siento que hay ansiedad en su voz al descolgar el teléfono: "¿Hola?". Pero no es un saludo abierto y, ni mucho menos, tiene la entonación y la contundencia que tenía antes. Y ¿qué podía contestar yo? ¿Cómo hacerlo? ¿Debería haberme mantenido fuerte o he hecho bien en expresar de nuevo todo lo que siento? Estoy convencido de que aunque no lo hubiera hecho, ella en ningún momento ha dejado de saber lo que siento realmente. Y sé que es consciente de que el sentimiento que yo tengo no se va a ir nunca. ¿Será duro para ella saber que sigo queriéndola y que seguiré esperando por si en un futuro lejano cambia de opinión o le entran las dudas?
Me hubiera gustado recordarle más aquellos momentos felices. Pero, ¿qué sería? ¿Enumerar una lista de recuerdos difusos o bloqueados en un lugar de su mente, archivados bajo el nombre de "Mi ex, grandes momentos"? Está claro que no ha olvidado ninguno de ellos, ni los buenos ni los malos, pero que ahora, mientras que para mí la carpeta está abierta de par en par, y cada día reviso cada una de sus páginas, para ella está cerrada, dejando espacio para las páginas que escribe día a día, en ese nuevo archivador: "Presente: mi nuevo novio". Pero, ¿cómo de grande será? ¿Durará mucho o será un pequeño libro, con pocas páginas que vivir deprisa y en las que dejar reflejados pocos recuerdos? Todos lo habeis adivinado. Yo me decanto mejor por este último. Siento que si lo cierra pronto se ponga a rebuscar en viejos archivadores, abra un día el mío y añore ese primer viaje a aquella casa rural, o las partidas de cartas en la pequeña tienda de campaña que montamos unos pocos días después. O, ¿por qué no?, de su vieja habitación de estudiante, en aquel reducido espacio donde aprendimos a ajustar nuestros cuerpos para darnos calor en las frías noches de invierno. Quizá encuentre esa primera foto que nos hicimos, bajo un puente de piedra que habrá visto miles de historias de amor empezar a construise junto a sus cimientos centenarios. Puede que tenga guardado alguno de esos billetes que compré para ir a visitarla cuando estaba lejos, o el recuerdo de esos trabajos que conseguí encontrar para pagar esos viajes... Quien sabe qué habrá alli guardado.
La próxima vez que la llame será desde otra ciudad, no en esta que nos vio enamorarnos. Pero aún así, aún cambiando de escenario, en mi corazón seguirá latiendo el mismo sentimiento de amor verdadero.
Seguiré soñando con el día en que seas tú la que me llames. Que me digas que me echas de menos, aunque solo sea para contarme algo de tu trabajo, o un problema en casa, o lo que sea. Y saltaré de alegría si la llamada es para decirme que tienes dudas. Y gritaré por las calles si lo que me dices es que has dejado a tu novio porque has visto que no es capaz de hacerte tan feliz como un día lo hice yo. Y organizaré una fiesta en el centro de la ciudad si me dices que quieres volver a intentarlo porque no eres capaz de dejar de pensar en mí.
Pero de momento se basará solo en eso. Seguir soñando y continuar escribiendo este melancólico diario.
Después de pasar varias semanas conteniéndome para no hacerlo, hoy no he podido más y la he llamado. Todos sabíamos que algo así podría ocurrir, que las cosas no habrían cambiado desde la última vez, desde ese día en que pude verla y tomar con ella nuestro, hasta ahora, último café. Justamente habían pasado 27 días. Me ha encantado oir su voz, aunque fuera para decirme esas palabras que tanto me duelen: "Lo nuestro no es posible, no como novios".
Se la ve tan feliz con su nueva vida...tanto que, aunque lo que yo más quiera sea su felicidad, no pueda por menos que sentirme desgraciado por no compartirla juntos.
Cuesta creer que en tan poco tiempo las cosas hayan cambiado tanto. Que haya podido pasar de necesitar contarme casi todas sus cosas, tanto las alegrías como las penas, a no tener que contarme nada. Siento que hay ansiedad en su voz al descolgar el teléfono: "¿Hola?". Pero no es un saludo abierto y, ni mucho menos, tiene la entonación y la contundencia que tenía antes. Y ¿qué podía contestar yo? ¿Cómo hacerlo? ¿Debería haberme mantenido fuerte o he hecho bien en expresar de nuevo todo lo que siento? Estoy convencido de que aunque no lo hubiera hecho, ella en ningún momento ha dejado de saber lo que siento realmente. Y sé que es consciente de que el sentimiento que yo tengo no se va a ir nunca. ¿Será duro para ella saber que sigo queriéndola y que seguiré esperando por si en un futuro lejano cambia de opinión o le entran las dudas?
Me hubiera gustado recordarle más aquellos momentos felices. Pero, ¿qué sería? ¿Enumerar una lista de recuerdos difusos o bloqueados en un lugar de su mente, archivados bajo el nombre de "Mi ex, grandes momentos"? Está claro que no ha olvidado ninguno de ellos, ni los buenos ni los malos, pero que ahora, mientras que para mí la carpeta está abierta de par en par, y cada día reviso cada una de sus páginas, para ella está cerrada, dejando espacio para las páginas que escribe día a día, en ese nuevo archivador: "Presente: mi nuevo novio". Pero, ¿cómo de grande será? ¿Durará mucho o será un pequeño libro, con pocas páginas que vivir deprisa y en las que dejar reflejados pocos recuerdos? Todos lo habeis adivinado. Yo me decanto mejor por este último. Siento que si lo cierra pronto se ponga a rebuscar en viejos archivadores, abra un día el mío y añore ese primer viaje a aquella casa rural, o las partidas de cartas en la pequeña tienda de campaña que montamos unos pocos días después. O, ¿por qué no?, de su vieja habitación de estudiante, en aquel reducido espacio donde aprendimos a ajustar nuestros cuerpos para darnos calor en las frías noches de invierno. Quizá encuentre esa primera foto que nos hicimos, bajo un puente de piedra que habrá visto miles de historias de amor empezar a construise junto a sus cimientos centenarios. Puede que tenga guardado alguno de esos billetes que compré para ir a visitarla cuando estaba lejos, o el recuerdo de esos trabajos que conseguí encontrar para pagar esos viajes... Quien sabe qué habrá alli guardado.
La próxima vez que la llame será desde otra ciudad, no en esta que nos vio enamorarnos. Pero aún así, aún cambiando de escenario, en mi corazón seguirá latiendo el mismo sentimiento de amor verdadero.
Seguiré soñando con el día en que seas tú la que me llames. Que me digas que me echas de menos, aunque solo sea para contarme algo de tu trabajo, o un problema en casa, o lo que sea. Y saltaré de alegría si la llamada es para decirme que tienes dudas. Y gritaré por las calles si lo que me dices es que has dejado a tu novio porque has visto que no es capaz de hacerte tan feliz como un día lo hice yo. Y organizaré una fiesta en el centro de la ciudad si me dices que quieres volver a intentarlo porque no eres capaz de dejar de pensar en mí.
Pero de momento se basará solo en eso. Seguir soñando y continuar escribiendo este melancólico diario.